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El hueco negro. Reseña de la obra «Gallina y el otro»

El hueco negro. Reseña de la obra «Gallina y el otro»

Por: Liliana Jiménez

La pista del hueco negro resultó una metáfora interesante para hablar a la vez de teatro y de muerte. El hueco negro es un símbolo (no retendremos que, de la definición astronómica, la idea de un pozo sin fondo). El hueco negro en el teatro hace referencia a la caja negra que encierra el espectáculo teatral. El hueco negro es también el hueco en la memoria, en la memoria colectiva de millones de muertos y de sobrevivientes traumatizados por esta guerra.

El hueco negro es una fosa, un lugar de muerte. El hueco negro hace de Gallina y el otro una experiencia extrema y de la escena un lugar de memoria. El hueco negro se vuelve entonces un pasaje, un puente que comunica a aquellos que no están más con éste espacio de acogida: la escena.

Gallina y el otro, pieza de teatro colombiana, es una obra artística, literaria y teatral que aborda el tema del miedo y explora la masacre como situación particular de violencia en la sociedad colombiana. Fue escrita por Carolina Vivas Ferreira en 1999 y obtuvo la Beca de Creación en Literatura del Ministerio de Cultura, versando sobre el testimonio de las víctimas de masacres, de las personas que fueron sometidas a una situación de desgarramiento de sus tierras.

¿Cuál es el lugar de esta obra de teatro en la sociedad colombiana contemporánea? Para empezar, la obra tiene la peculiaridad de haber utilizado el testimonio desde el las víctimas como fuente de creación para la escena. No es la guerra en su aspecto militar la que ocupa aquí la acción dramática. Como en la pieza del escritor y dramaturgo Heiner Muller, La Batalla (1987), Vivas recurre para su obra al ser humano en sus particularidades. Es la cuestión del ser humano, en su humanidad/inhumanidad, la que se aprovecha aquí como el objeto de una reflexión existencial.

Por lo general, las dramaturgias de la guerra indagan sobre la representación del pueblo en la escena de teatro, pero en Gallina y el otro esa pregunta no se formula porque la guerra es mostrada en sus efectos sobre el pueblo. El pueblo está en primer plano. El es la gran víctima:

Él sufre sevicias, brutalidades y violencias. El espectador conoce la acción violenta pero no la ve, permanece en el umbral. La dramaturgia se sitúa en la vida cotidiana de un pueblito que va hacia una muerte anunciada.

«La obra encuentra toda la universalidad de su combate contra la barbarie y contra la violencia que se sacía de la negación, de la anulación del otro y de su diferencia, ahora personificado por los y las habitantes del campo.»

Johan Liliana Jiménez

Actríz, investigadora y maestra de Teatro

Por ello, esta es una pieza de teatro valiente que metió el dedo en una herida aún abierta y que fracturó un pesado silencio. Lleva hasta el espectador de la ciudad una realidad que él imaginaba lejana. La obra aborda la situación del “otro país”, del país rural, del país maltratado, ignorado y despreciado. Esta pieza, aún hoy y después de quince años continúa haciendo un trabajo de resistencia y no en vano es la obra más actuada del repertorio de Umbral Teatro. Es un gesto de compromiso del grupo para hablar desde las voces silenciadas sin recurrir a la cara explícita de la violencia como fuente de contundencia dramática.

La obra aporta una mirada ética y profunda sobre un fenómeno que no está ni superado, ni olvidado, sólamente banalizado y que mora disimulado y disfrazado: las masacres. La masacre como un mecanismo de guerra. “El más grande talento de los expertos militares consiste en someter al enemigo sin combate”, escribía Sun Tzu en China en el año 500 a. C en su manual “El arte de la guerra”. Pero si el más grande talento se reconoce en esta fórmula asociado a la impertinencia del combate, entonces podemos deducir que a pesar de sus esfuerzos, los expertos armados colombianos no tienen ningún talento.

Entonces Gallina y el otro es un crudo reflejo de la condición humana. La obra encuentra toda la universalidad de su combate contra la barbarie y contra la violencia que se sacía de la negación, de la anulación del otro y de su diferencia, ahora personificado por los y las habitantes del campo. La pieza es universal también por su lucha contra la “bestialización” del individuo de manera arbitraria y no se cansa de prevenir sobre lo frágil de nuestra propia humanidad, en tanto la atrocidad de las masacres en Colombia no es exclusivamente de los colombianos. Encontramos por todas partes en el mundo estos encadenamientos de muerte, estas esquizofrenias asesinas que se propagan con la misma facilidad que la pobreza y la miseria.

Crear con la memoria como proceso creativo, el texto de Gallina y el otro es el resultado de un trabajo de investigación de dos años. Desde el comienzo, uno de los objetivos que se había fijado Vivas, era el de trabajar a partir de testimonios. Lo que contaba, para ella, era escuchar al individuo en su singularidad y no como parte de una estadística. Dándole la palabra a los sobrevivientes, ella también encontró, paradójicamente, un lugar, una voz para los miles de desaparecidos y muertos de esta guerra que no se acaba. Gallina y el otro es, al fin de cuentas, un trabajo sobre la voz que sobrevive, sobre una voz que quiere vencer el silencio, sobre una voz valiente que no se resigna.

Carolina Vivas quiso, deliberadamente, alejarse de la “realidad” presentada por los medios.

Ella se fue al reencuentro de estas voces que sobrevivieron al terror y a las masacres. El contacto frente a frente abrió otras perspectivas en la investigación. En efecto, la obra está lejos de ser solamente una fuente, un material, el testimonio directo nos confronta a una persona, a su experiencia y a la escucha de un verdadero drama humano. Vivas no es un oyente que se contentaría con sentarse para escuchar el relato de una calamidad. Las víctimas no cuentan por contar, por informar. Los testimonios recogidos relatan y portan las huellas de experiencias indecibles que ante todo son experiencias sensibles.

Estos testimonios llevaron a Vivas a explorar especialmente el horror. Su punto de partida fue buscar una dramaturgia viva que la condujera al reencuentro de imágenes eficaces y pertinentes sin caer en lo evidente o lo descriptivo. Era necesario alejarse de lo patético y desplazarse del horror a la poesía. Los verdugos crearon una estética del terror, le tocaba ahora al arte, la creación de una poética del terror. Vivas rechaza la visión directa de la realidad cruda para adentrarse en un lenguaje capaz de evocar imágenes, exprimir emociones y reflexiones, crear experiencias sensoriales únicas, más poderosas y más elocuentes que la propia realidad.

Gallina y el otro es una obra poética gracias a todo lo que hay de elevado y de conmovedor en ella (las metáforas, los símbolos, el subtexto, la exploración del lenguaje, las imágenes, etc…). Este trabajo artístico testimonia una “insumisión” poética. Insumisión contra la uniformidad de la mimesis y del ritmo aristotélico. Insumisión también contra la impunidad.

Sabemos que una de las funciones del arte, mas allá de la función estética, es también la de ayudarnos a vivir. Vivas se mostró como una escrupulosa observadora de los hechos.

El objetivo artístico del proyecto era de ir más lejos que la simple trasposición de lo real a la escena. El espectáculo contribuye entonces a restituir públicamente una escucha y una visibilidad.

¡Y pues sí, que una Gallina es la protagonista de esta obra, y además es una marioneta!

Gallina, la marioneta, es la encarnación de la esperanza perdida, de la vida perdida, de los sueños perdidos. Utilizando esta herramienta casi infantil para abordar al público, Vivas y su grupo proponen crear un diálogo y sensibilizar al infante que habita en cada uno de nosotros.

Gallina es simpática, el espectador se ata a ella inmediatamente porque es graciosa y jovial.

Ella viene a hablarnos casi como una amiga, con toda confianza. Recurriendo a una gallina (animal que rinde grandes servicios al hombre) y personificándola en una marioneta, Vivas encontró la metáfora perfecta del pueblo colombiano en el conflicto: un pueblo maltratado y manipulado.

Esta obra de teatro produce una serie de preguntas y le quita el velo a una realidad difusa.

Para lograrlo, los procesos de trabajo de texto y de la mise en scène construyen la postura estética. El proceso creativo permite elaborar y re-elaborar la realidad. Tzvetan Todorov, filósofo y lingüista búlgaro nacionalizado francés, escribió en su libro Los abusos de la memoria que “la vida perdió contra la muerte, pero la memoria gana en su combate contra el exterminio”. Gallina y el otro se vuelve entonces, a su vez, un testimonio artístico. Un testimonio militante por la memoria. Un testimonio en contra del hueco negro.

Esta obra de la compañía colombiana Umbral Teatro, que celebra en el 2013 sus veintidós años de tratectoria cultural, social y política, se presenta en El Galponcito, espacio escénico del grupo, del 29 de mayo al 1 de junio, a las 7:30 p.m.

El Galponcito: Calle 19 No 4-71, local 401

Gallina y el otro: 29 de mayo al 1 de junio, 7:30 p.m.

Boletas: 15.000 público general; 10.000 estudiantes con carnet y personas de la tercera edad.

Johan Liliana Jiménez, es actriz, investigadora y maestra de Teatro en la especialidad de Actuación, egresada de la ASAB. Master en Estudios Hispanoamericanos y especialista en “El texto y la escena” de los Estudios Teatrales de la Universitdad Paris 3 Sorbonne.

– Nouvelle. Está radicada en Paris en donde adelanta diferentes estudios sobre el teatro colombiano contemporáneo.

Fotografía: Gabriela Córdoba.

Tomadas de https://umbralteatro.co/Gallina-y-el-otro

Sobre el Autor

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